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¿Quién no soñó alguna vez con darle un mordisco a la luna? Este fue precisamente el deseo de los animales de este cuento. Tan solo querían probar un pedacito pero, por más que se estiraban, no eran capaces de tocarla. Entonces, la tortuga tuvo una genial idea: "Si te subes a mi espalda, tal vez lleguemos a la luna", le dijo al elefante.

¿A qué sabe la luna?

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